Por Carolina S. Romero
Viejas y modernas formas de tortura incluyendo el uso de armas paralizantes han sido utilizadas contra algunos de los presos y presas políticas del 2 de octubre de 2013.
Tal vez muchas personas no saben que nueve activistas por los derechos estudiantiles en la UNAM y/o en los CCHs fueron detenidos antes de llegar a la marcha del 2 de octubre y acusados de ataques a la paz pública. O tal vez saben pero prefieren creer las calumnias difundidas en la prensa comercial (desgraciadamente no sólo en medios como el periódico La Razón) que tachan a estos jóvenes de vándalos y delincuentes.
En todo caso, hasta la fecha ninguna autoridad ha dado la cara para explicar cómo estos jóvenes podrían ser culpables de ataques que nunca ocurrieron. Dos mujeres y seis hombres que ya salieron bajo fianza siguen exigiendo una resolución absolutoria en este caso, la libertad de todos los presos políticos del 2 de octubre y en especial, de Mario González García, quien se encuentra en huelga de hambre en el Reclusorio Oriente.
A pesar de la obvia falsedad e injusticia del caso en su contra, las y los nueve activistas fueron sometidos a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes durante cinco días, tanto por los policías preventivos, granaderos y de investigación del Distrito Federal así como por los custodios de los penales. Sin embargo, las prácticas más crueles del poder no siempre logran su propósito de aterrorizar y paralizar a los movimientos, sino también, como dijo unos de los procesados, pueden “enriquecer la furia y la rabia del pueblo para seguir luchando”.
Nota sobre armas de electrochoque: Parece que las armas paralizantes utilizadas en el operativo del 2 de octubre tal vez no eran del más alto poder y tampoco eran de los modelos más sofisticados fabricados por Taser International, pero Miguel Ángel Mancera se ha empeñado en dotar a los cuerpos policiales del D.F. con armas de electrochoque desde 2008 cuando era el procurador eneral de Marcelo Ebrard, mientras Manuel Mondragón y Kalb, ex jefe de la SSP-DF ahora institucionaliza su uso a nivel federal a través de la Comisión Nacional de Seguridad.
En vista de la dolorosa historia de la tortura en México, tal vez parece que estamos hablando de juguetes de niños. A final de cuentas, la tortura por choque eléctrico no es nada nuevo, como se ha documentado en mil informes y la excelente película de Costa Gavras, Estado de Sitio. Sin embargo, el hecho de que cualquier sádico en uniforme o, si quieren, cualquier oficial bien capacitado, tenga a la mano un aparato apto para asesinar, infligir extremo dolor, humillar y provocar irremediable daño a los nervios, nos lleva hacia un drástico aumento de la tortura en México.
En Estados Unidos, donde estas armas se usan ampliamente en las prisiones, barrios y carreteras en contra de gente indefensa, 798 personas han muerto por su impacto desde 1983, y otras 29 en Canadá.
Uno de los casos mejor conocidos es el del migrante Anastacio Hernández Rojas, originario de San Luis Potosí, golpeado y tased por 20 agentes de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos cerca de la frontera con Tijuana el 28 de mayo del 2010. Otro es el del grafitero Israel “Reefa” Hernández, asesinado por 30 policías de Miami Beach el pasado 5 de agosto. Después de estar sorprendido pintando una pared a las 5 de la mañana, el artista corrió, los policías lo alcanzaron, le dispararon en el pecho con una stun gun (arma paralizante), y se rieron y chocaron manos mientras Reefa caía al suelo.
Desde 2007 el uso de armas de descarga eléctrica de alto voltaje es considerado una forma de tortura por el Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas (Informe del 63º período de sesiones). Amnistía Internacional también ha llamado a los gobiernos del mundo a imponer serias restricciones al uso de Taser y otras armas paralizantes.
¿Cuáles eran los tratos recibidos por los jóvenes acusados de un delito que nunca ocurrió?
Eric Leonel Aguilar Ruiz, José Ramírez Alcántara e Irene Pérez Villegas no se olvidan de las torturas que vivieron el 2 de octubre y en los días siguientes. En entrevista, hablaron de los actos criminales cometidos en su contra por policías y custodios. Tomemos en cuenta la siguiente definición de “tortura” al leer sus palabras:
Según la Convención contra la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes se entenderá por el término “tortura” todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia.
Irene: “Para ir a la marcha del 2 de octubre, yo tomé un camión de la línea verde en la estación Viveros que iba hacia Tlatelolco. Cuando subí ya hubo mucha gente –señoras, niños. Cuando llegamos a la estación Cinco de Mayo cierran la calle y nos dimos cuenta que era un operativo. Hubo tal vez 100 o 150 policías, una mezcla de los de uniformes azules, granaderos y policías de la investigación que se conocen como judiciales, los del Ministerio Público (MP). Un policía se sube y empieza a buscar a ciertas personas”.
Eric: “Yo tomé el camión aquí en CU. Pago mi pasaje. Me siento en el último asiento del lado derecho. Lo único que llevaba era una grabadora de voz y dos boletos de metro y un poco de dinero. Entonces pues, yo me iba durmiendo. Cuando me desperté, se escuchaban las sirenas en el centro. Me imaginaba que ya estaban las persecuciones pero todavía no empieza la marcha. Lo que pasó es que interceptaron el camión donde iba. Se subió un policía. Lo primero que hizo fue recorrer a todos con la mirada y luego señaló a un chavo y le dijo que se bajara. Luego señaló a otro y a otro y a otro. Luego me señaló a mí. Bajaron a todos los chavos que viajábamos en ese camión. Los demás pasajeros eran adultos o niños o personas de la tercera edad”.
José: Un operativo de policías detiene el camión con la justificación de que se habían radiado que ahí iban unas personas atacando con petardos y explosivos dentro del camión, siendo esto totalmente absurdo porque el camión venía repleto y si se hubiera detonado un explosivo, se hubiera lastimado a unas personas ¿no? En el camión sube un policía y empieza a señalar a ciertas personas. Soy una de las primeras y dice: “Tú, bájate”. De ese momento empieza la actitud déspota por parte de las autoridades.
Irene: Cuando bajo me dicen que ponga mis cosas encima de la patrulla. Revisan mi mochila y lo que encuentran es un desodorante, unos cosméticos, una camisa y unos cigarrillos. También tenían la orden de revisarnos el cuerpo. Deben revisar por encima de la ropa, por encima del brasier y la pantaleta pero metió la mano para ver si llevaba drogas, según ella. Luego me dijo la policía que agarrara las cosas y que me fuera. Y cuando me iba, el policía que estaba en el camión le dice que no me deje ir porque ya habían encontrado otra mochila. Saca una mochila negra y la abre. Está llena de botellas de vidrio y dijo que esa mochila era mía. Les dije que no, pero me dijeron no te hagas la pendeja”.
Eric: Cuando nos bajan, nos llevan a los cofres de la patrulla y nos empiezan a revisar. Unos policías nos revisan las cosas y cuando acaban las revisiones, a mí me regresaron mis cosas y a otra compa también. Entonces nadie nos tenía agarrado y nos íbamos a ir al camión, pero en ese momento llegó otro grupo de policías y ellos sí a puro golpes. Eran granaderos. Nos agarraron, nos golpearon, nos aventaron otra vez a los cofres. Nos volvieron a revisar, pero esta forma de revisión fue completamente violenta. Golpearon a todos. A mí sí.
José: Me bajan, me ponen las manos sobre la cabeza. Yo llevé mi mochila y empiezan a revisar mis bolsas, mis cosas personales, los tenis y me abren mis piernas para que me revisen la entrepierna. Me revisan todas las partes del cuerpo y me dicen que no tengo nada, pues, que me suba. En eso, yo quiero hacer una denuncia también de que la comandante o alguien que venía en las patrullas que se llamaba Karina, dice “No no no, que no se suba, que regrese”. En la radio se escucha “aquí tenemos los R9, los R9. Necesitamos once de los R9”. Tenían órdenes de aprehender a once personas.
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