La Cuenca de México vista desde la Geología* Texto tomado de La Jornada
María Fernanda Campa es la primera geóloga mexicana. Egresada del IPN a principios de los años sesenta del siglo pasado, posteriormente realizó estudios de maestría y doctorado en diferentes áreas, sobre todo en exploración petrolera. Es fundadora de la Unidad Académica de Ciencias de la Tierra en la Universidad Autónoma de Guerrero. Actualmente es profesora investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y es considerada, por muchos, como una de las investigadoras más destacadas sobe todo por su aportación, junto con Peter j. Coney, a la teoría que se expone en la obra Terrenos Tectonoestratigráficos y distribución de recursos minerales en México (1982), que explica la formación de gran parte del territorio nacional, caracterizado por su diversidad de materiales rocosos, de diferente origen y su íntima relación con los yacimientos minerales.
Durante los sismos de 1985, junto con estudiantes y colegas de la Escuela de Ciencias de la Tierra del IPN, se dio a la tarea de recorrer las calles de Ciudad de México y, desde aquel entonces, midió fracturas que son grietas y encontró que algunas también presentaban movimientos verticales que son denominadas como fallas. Por tal motivo, pensamos que es la persona idónea para explicar los fenómenos geológicos que se ocurrieron en el 19/S.
-¿Cómo influyen las placas tectónicas en los sismos de México?
–La corteza, la capa externa de la Tierra, es tan delgada que podría compararse con el cascarón de un huevo fragmentado en placas. Cubre una masa fluida de líquidos, sólidos y gases que componen el manto, mismo que está en constante movimiento debido a las altas temperaturas que provocan corrientes de con-vección semejantes al agua cuando hierve y provoca que las placas de la corteza se muevan.
Son cinco placas las que afectan al territorio mexi-cano: La de Norteamérica, que es donde estamos ubicados, la de Cocos, en la costa sur del Pacífico mexicano, que subduce (entra por debajo) a la anterior y es considerada como la causante de la mayor parte de la ocurrencia de sismos en México; esta placa además tiene límite con las de Rivera, la del Caribe y la del Pacífico, que es quizá la más grande a nivel mundial. La placa del Caribe se mueve hacia el noreste siguiendo el Sistema de Fallas Polochic-Motagua, que atraviesa Chiapas, Guatemala, Belice y el sur de las islas del Caribe. Una hipótesis es que el sismo del 7 de septiembre se relaciona con la acti-vidad de esta última placa, que también originó el sismo de Haití del 12 de enero de 2010.
La movilidad de las placas tectónicas provoca modificaciones en la corteza, especialmente en su fronteras. En territorio mexicano, la subducción de Cocos es una de las formas más poderosas de acumulación de energía sísmica, que es liberada cuando se vencen los límites de elasticidad, es decir cuando se rompen los terrenos, en este caso, a profundidad, aunque también existen otros límitesconvergentes en donde las placas se van levantando, como en las cordilleras de Nepal y Los Himalaya. En otras ocasiones, como en el caso de Ca-lifornia, existe un deslizamiento a lo largo del sistema de Fallas de San Andrés. Además hay límites diver-gentes en donde éstas se separan formando cordi-lleras volcánicas en medio del Atlántico, lo cual hace que se sigan separando Europa de América del Norte y África de América del Sur.
Se ha encontrado una íntima relación entre límites de placas tectónicas, sismicidad y formación de volcanes, como se puede observar en los terremotos de Chile y la formación de la Cordillera de Los Andes, en el vulcanismo y la sismicidad en Japón, Alaska, Ma-lasia y, claro, México, en donde se sabe que la sismicidad es una constante cotidiana y se calcula que existen unos catorce volcanes activos y otros que, aunque hicieron erupción una sola vez, son recientes en términos geológicos, como el Xitle y el Paricutín. Todos ellos se ubican en la Faja Volcánica Mexicana o Eje Neovolcánico, que va desde Nayarit hasta Veracruz.
Los mexicanos debemos aprender a vivir en una zona sísmica, pues los temblores y terremotos se seguirán presentando sin que hasta la fecha sepamos cuándo ni dónde; también debemos esperar que brote algún volcán como sucedió apenas ayer (en términos geológicos), con el ya mencionado Paricutín.
–¿Cómo debemos explicarnos los sismos de la Cuenca de México?
–En primer lugar es necesario referirse en términos correctos a la Cuenca de México. Se trata de una cuenca endorreica; llamamos así a esas formas en las que una serie de montañas rodea un territorio y no dejan salir el agua, como una especie de olla formada por montañas donde la lluvia que cae en ella no tiene salida. Hace unos millones de años, no muchos (en términos geológicos), la Cuenca de México se cerró al sur con la formación de la Sierra de Chichinautzin y evitó la salida del agua. Las montañas que rodean a la Cuenca son de origen volcánico y corres-ponden a diferentes épocas, que se depositan en un basamento de calizas cretácicas. Al centro de la Cuenca se fueron depositando cenizas y otros piroclastos o tobas (productos de erupciones volcánicas), todos ellos fueron cubiertos por arcillas del cenozoico que se depositaron en el fondo de los lagos, en lo que ahora es conocido como acuitardo, y es en donde están apareciendo las grietas de desecación.
Hasta la época precolonial, los escurrimientos y la lluvia formaron los lagos de la Cuenca, con sus respectivas infiltraciones hacia los mantos acuíferos formados de lentes de arenas que son permeables, a diferencia de su capa sello constituida de arcillas. Desde la llegada de los españoles se comenzó la desecación de los lagos con la construcción del tajo de Nochistongo; además, sus ríos se contaminaron con aguas residuales y hasta los entubaron en los tramos correspondientes a las partes bajas de Ciudad de México.
Actualmente, el agua de la Cuenca de México sale por el drenaje profundo hacia el norte, hacia el estado de Hidalgo, y su desembocadura tiene menor altura que su salida, por lo que debe extraerse el agua mediante bombeo. Esta situación representa un riesgo porque si el sistema de drenaje y bombeo llegasen a fallar, el agua no tendría salida, con consecuencias catastróficas.
La pavimentación de los terrenos permeables, es decir las áreas volcánicas o de lomas, y el crecimiento de la mancha urbana, aunado a la sobreexplotación del agua subterránea, ha modificado los niveles freáticos, causando hundimientos diferenciados por medio de grietas y fallas; es decir que también ha habido movimientos verticales de fragmentos de terrenos.
La Cuenca, antes rica en agua de ríos, lagos y humedales, ahora es, sobre todo en la mancha urbana, un espacio árido, a veces agrietado por la desecación, y en consecuencia con filtraciones de aguas muy contaminadas. Estas arcillas denominadas acuitardos, que sellan los sedimentos de Ciudad de México, están sobre terrenos activos que ponen a la población en una situación de alta vulnerabilidad.
En el reciente sismo del 19/S, en la zona oriente de la ciudad, en los territorios antes ocupados por lagos, se presentaron gran cantidad de fallas causando graves daños a las edificaciones de la zona. En visita de campo a Tláhuac, la geóloga María Fernanda Campa y sus colegas constataron la aparición de fallas de hasta 80cm. Pudieron observar que algunas de las fallas eran reactivadas, esto es, que anteriormente se presentaron esos fallamientos en el mismo lugar, lo cual se podía observar en banquetas, guarniciones, pavimentos y hasta bardas que mostraban sus filas de tabiques a manera de una especie de plegamientos, debido a las múltiples inclinaciones y reparaciones •
* Texto revisado por la Geóloga Marcela Canedo.
Recomendaciones para habitantes de la Cuenca de México
1. Reconocer que el territorio mexicano se encuentra en una zona de alta actividad tectónica y, por lo tanto, está expuesta a sismos, algunos de gran magnitud; asimismo, que está igualmente expuesto a erupciones volcánicas y, en el caso de la Cuenca de México, a inundaciones.
2. Que es necesario identificar, estudiar y documentar los fallamientos que aparecieron en la Cuenca, por medio de un trabajo interdisciplinario en el que se espera que participen, de manera coordinada, geofísicos, para tener los datos de profundidad de las grietas y fallas y así comprender los fenómenos en 3d. También se deben elaborar capítulos de riesgos geológicos en los Atlas de Riesgos Delegacionales y de Ciudad de México, en donde las divisiones políticas nada tienen que ver con el comportamiento físico de los terrenos.
3. Es preciso elaborar Programas de Desarrollo Urbano que se basen, entre otras cosas, en los datos que se encuentren en los Atlas de Riesgos, con el objetivo de llevar a cabo una planeación urbana que procure una buena calidad de vida, sin poner en riesgo la vida de la población actual y la de las futuras generaciones.
4. Revisar los procesos constructivos para adecuarlos a las condiciones de la región.